Una cosa que me cambió todo el panorama fue un poema concreto de un autor suizo. Se llama “Silencio”, es un poema precioso de uno de los concretistas Eugen Gomringer, de 1950. Y cuando vi que no se podía leer nada de lo que te habían enseñado, que no tenía ninguna aproximación sobre cadencia, rima, o lo que te enseñan qué es poesía… pero tampoco tenía necesariamente música, y tampoco era silencio… estaba en un lugar completamente marginal. Me parecía súper potente y me clavé en el concretismo brasileño, en donde el texto rebasa el libro, el texto que rebasa su capacidad formal, el texto que se escapa al museo.